sábado, 9 de enero de 2010

Sociedad Civil resumen de vision de Carlos M. Vilas

Entre el Estado y la globalización: la soberanía de la sociedad civil.

La sociedad civil, como concepto de la ciencia política designa a la diversidad de personas con categoría de ciudadanos, actúan generalmente de manera colectiva para tomar decisiones en el ámbito público que concierne a todo ciudadano de su sociedad fuera de las estructuras gubernamentales. La existencia de una sociedad civil diferenciada de la sociedad política es un prerrequisito para la democracia. Sin ella no hay Estado legítimo. La sociedad civil figura en el centro del debate contemporáneo sobre la democracia y el desarrollo en América Latina. Desde las "poblaciones" de Santiago a los "plantones de ciudad de México; desde los "caracazos" de 1989 y 1992 en Venezuela y las movilizaciones por el "impeachment" en Brasil a la oposición al "autogolpe" del Presidente guatemalteco Jorge Serrano Elías, la escena política contemporánea latinoamericana muestra la activación de un arco amplio de grupos y organizaciones englobados bajo el nombre común de sociedad civil. Asimismo, las grandes manifestaciones de oposición a las dictaduras militares del pasado reciente estuvieron a cargo, ante todo, de actores que se identificaban a sí mismo de manera amplia por su pertenencia a la sociedad civil, más que a organizaciones políticas laborales y empresariales determinadas. El término sociedad civil incluye hoy temas y actores que van desde la vida cotidiana y las relaciones interpersonales en el hogar hasta organizaciones amplias de base territorial, étnica, de género, generacional; organizaciones orientadas hacia cuestiones ambientales, culturales, económicas, ciudadanas y de cualquier otra índole que de alguna otra manera tengan que ver con las precauciones y las expresiones de la vida humana. Dentro de la tradicional distinción liberal capitalista entre lo público y lo privado, el concepto de la sociedad civil apunta a la articulación de uno y otro, implica el cuestionamiento de sus fronteras, y señala el papel de lo privado en la gestación de las condiciones para la acción colectiva diferente de la sociedad política (partidos, legisladores, tribunales, agencias estatales) y del mercado. La sociedad civil no es independiente de la política, del Estado o del mercado, ni ajena a ellos, como lo demuestran los ejemplos mencionados, pero es claro que cuando la gente se identifica a sí misma como "sociedad civil", está reivindicando un ámbito de organización y acción relativamente autónomo, en el cual pueden plantear con mayor espacio y alcance las cuestiones que proyectan sobre las instituciones políticas y el mercado Otros temas en cambio son efectivamente nuevos y han sido suscitados por el desenvolvimiento reciente de la política y la economía en el plano domestico y en el internacional, como en el caso de las organizaciones orientadas hacia cuestiones del medio ambiente. Pero también es evidente que muchos de los viejos temas son enfocados hoy de manera diferente, presentan facetas y dimensiones distintas a las ya conocidas, y sería un grave error meter el vino nuevo en odres viejos. Es por ejemplo el caso de las cuestiones de género, o de los movimientos referidos a las identidades étnicas. El desarrollo actual de la sociedad civil se presenta por lo tanto como una compleja articulación de cortes y de continuidades, de rupturas y recurrencia.

Clases y política en la sociedad civil

El aspecto que más se destaca en la activación reciente de la sociedad civil es la ampliación de los referentes socioculturales de la acción colectiva. Es decir, la extensión del arco de identidades que los actores construyen en el curso de la acción social, y de los significados que adjudican a ésta. La gente que se involucra en acciones, movilizaciones, reclamos, etc., lo hace identificándose como jóvenes, mujeres, hombres, negros, indios, pobladores, trabajadores, consumidores, etc. Hay un entrecruzamiento de factores especiales, de género, étnicos y raciales, laborales, simbólicos, que en determinado momento se combinan para enfatizar una identidad territorial -pobladores de barrios, reivindicaciones regionales-, en otros para fortalecer una demanda económica –lucha contra la carestía o el desempleo-, en otros más por demandas de tipo cultural, y así sucesivamente. Además del referente sociolaboral, incluye dimensiones como género, etnicidad, ciudadanía, religiosidad, parentesco, regionalismo, comunidad, entre otros. Desde el punto de vista biodemográfico son siempre los mismos hombres y mujeres, pero esta pluralidad de referentes permite que se vean a sí mismos desde distintas ópticas, y que definan en consecuencia cursos diferenciados de acción. Frente al concepto liberal capitalista que reducía a los sujetos sociales a su dimensión de "homo oeconomicus", estamos en presencia de una mayor complejidad y apertura en la construcción de los sujetos de la acción social. Tampoco esto es enteramente nuevo: desde el estudio clásico de Thompson sobre la formación de la clase obrera inglesa, a las investigaciones sobre las bases sociales de las revoluciones centroamericanas, se ha señalado que el Popular concepto de la clase social es un constructo histórico resultado de una pluralidad de determinantes.

Sociedad civil y el pueblo

La activación reciente de la sociedad civil hace explícita la dimensión popular de la dinámica social. Lo popular tiene un referente de clase (trabajadora) pero no se reduce a la clase, sino que expresa el entrecruzamiento de una pluralidad de referentes estructurales y culturales que se conjugan para potenciar la diferenciación y eventualmente el enfrentamiento al poder del Estado y a los actores sociales que se benefician de él. Pobreza, inseguridad, informalidad, subordinación política, discriminación étnica y de género, identifican de manera creciente las condiciones de vida de las clases populares latinoamericanos. Lo que hoy llamamos sociedad civil se parece enormemente a lo que antes llamábamos pueblo. Lo que ha cambiado es, ante todo, nuestro enfoque del pueblo, y hoy somos más conscientes de que los detonantes y los caminos de la movilización social son mucho más complejos que los que contemplaba el análisis sociológico, marxista y no marxista, de décadas atrás. La mayor diversidad y pluralidad que se denota en el concepto sociedad civil tiene que ver en lo fundamental con las características institucionales del escenario de autoritarismo y despolitización forzada en que se inició la reactivación reciente de la sociedad civil en buen número de países.

La representación de los nuevos actores

Esta mayor complejidad plantea problemas de expresión y de representación. En el pasado, sindicatos y partidos actuaron como referente del campo popular y articularon sus demandas en el sistema político. ¿Quién desempeñará hoy esa función? La extensa literatura sobre los movimientos sociales tendió a ver en éstos los sustitutos de los partidos y los sindicatos; los movimientos sociales fueron considerados incluso, el paradigma de la expresión orgánica de la sociedad civil. Los movimientos sociales fueron capaces de ampliar la agenda popular, de movilizar recursos y de fortalecer identidades subordinadas o marginadas por el énfasis en lo sindical y en lo partidario, o reprimendas por el autoritarismo del Estado y del mercado. Pasada la euforia intelectual inicial, hoy es evidente que al mismo tiempo contribuyeron a reproducir la fragmentación de las clases populares, fomentada por el Estado y el mercado. Es innegable así mismo que, en lo referente a las condiciones de vida de la gente, los movimientos sociales fueron más eficaces para encarar cuestiones sectoriales que los problemas globales.

Conclusión

La reactivación de la sociedad civil expresa el impacto de las nuevas condiciones de inserción de América Latina en la economía mundial y la reconfiguración de las relaciones de poder. Sobre todo, las aspiraciones a la autonomía de un arco amplio de actores sociales del campo popular tradicionalmente subordinados a los actores convencionales del sistema político. Mezcla de virtud y necesidad, el abandono de las funciones distributivas del Estado, o mejor dicho, su reorientación hacia los grupos dominantes -es decir, el "adelgazamiento" socialmente sesgado del Estado- deja sin protección institucional a las clases populares y las obliga a buscar nuevas modalidades de expresión colectiva y de búsqueda de soluciones a sus problemas. La activación de la sociedad civil impulsada por los movimientos sociales implica una ampliación del concepto de ciudadanía, dotándolo de una dimensión social. Esto sin embargo es más novedoso en Estados Unidos que en Amé rica Latina e incluso Europa occidental. Por lo menos desde fines del siglo pasado todas las manifestaciones del pensamiento democrático latinoamericano, y sus principales expresiones organizativas, involucraron siempre algún cuestionamiento del orden socioeconómico vigente. Las demandas de participación política se articularon a las demandas de participación social. Los movimientos sociales forman parte de esa trayectoria y representa la expresión contemporánea de una larga tradición popular. El futuro de esta dinamización de la sociedad civil motorizada por los movimientos sociales se presenta matizado y abierto a múltiples interrogantes. En general el retorno a regímenes electorales, en la medida en que involucró el regreso de los viejos partidos al centro del sistema político, aumentó el peso de otros facto res –una concepción restringida o incluso elitista de la democratización, la crisis económica, el mantenimiento de la impunidad militar- para producir una marcada desmovilización de la población que había participado activamente en el enfrentamiento del autoritarismo. Al mismo tiempo, la extraordinaria –e inesperada- movilización de la sociedad civil guatemalteca (junio 1993) para enfrentar el "autogolpe" de Jorge Elías Serrano y posteriormente neutralizar la amenaza de un golpe militar, o la participación de la agitación popular en los acontecimientos que condujeron a la destitución de los presidentes Fernando Collor de Melo y Carlos Andrés Pérez por cargos de corrupción, señalan la existencia de una capacidad movilizadora latente que puede activarse en condiciones específicas. En todo caso parece innegable que el panorama político de este fin de siglo latinoamericano es enormemente más complejo y dinámico que el de hace un par de décadas y testimonia la extraordinaria vitalidad y creatividad de los sectores populares no sólo para "salir adelante" de sus problemas cotidianos, sino también su empecinamiento en modificar de manera mes estable el presente orden de cosas.

resumen de algunas paginas del libro venas abiertas de america de Eduardo Galeano

EL BOMBARDEO DEL FONDO MONETARIO INTERNACIONAL FACILITA EL DESEMBARCO DE LOS CONQUISTADORES.
Como en los demás países de América Latina, la puesta en práctica de las recetas del Fondo Monetario Internacional sirvió para que los conquistadores extranjeros entraran pisando tierra arrasada. Desde fines de la década del cincuenta, la recesión económica, la inestabilidad monetaria, la sequía del crédito y el abatimiento del poder adquisitivo del mercado interno han contribuido fuertemente en la tarea de voltear a la industria nacional y ponerla a los pies de las corporaciones imperialistas. So pretexto de la mágica estabilización monetaria, el Fondo Monetario Internacional, que interesadamente confunde la fiebre con la enfermedad y la inflación con la crisis de las estructuras en vigencia, impone en América Latina una política que agudiza los desequilibrios en lugar de aliviarlos. Liberaliza el comercio, prohibiendo los cambios múltiples y los convenios de trueque, obliga a contraer hasta la asfixia los créditos internos, congela los salarios y desalienta la actividad estatal. Al programa agrega las fuertes devaluaciones monetarias, teóricamente destinadas a devolver su valor real a la moneda y a estimular las exportaciones. En realidad, las devaluaciones sólo estimulan la concentración interna de capitales en beneficio de las clases dominantes y propician la absorción de las empresas nacionales por parte de los que llegan desde fuera con un puñado de dólares en las maletas. En toda América Latina, el sistema produce mucho menos de lo que necesita consumir, y la inflación resulta de esta impotencia estructural. Pero el FMI no ataca las causas de la oferta insuficiente del aparato de producción, sino que lanza sus cargas de caballería contra las consecuencias, aplastando aún más la mezquina capacidad de consumo del mercado interno de consumo: una demanda excesiva, en estas tierras de hambrientos, tendría la culpa de la inflación. Sus fórmulas no sólo han fracasado en la estabilización y en el desarrollo, sino que además han intensificado el estrangulamiento externo de los países, han aumentado la miseria de las grandes masas desposeídas, poniendo al rojo vivo las tensiones sociales, y han precipitado la desnacionalización económica y financiera, al influjo de los sagrados mandamientos de la libertad de comercio, la libertad de competencia y la libertad de movimiento de los capitales. Los Estados Unidos, que emplean un vasto sistema proteccionista –aranceles, cuotas, subsidios internos jamás han merecido la menor observación del FMI. En cambio, con América Latina, el FMI ha sido inflexible: para eso nació. Desde que Chile aceptó la primera de sus misiones en 1954, los consejos del FMI se extendieron por todas partes, y la mayoría de los gobiernos sigue hoy día, ciegamente, sus orientaciones. La terapéutica empeora al enfermo para mejor imponerle la droga de los empréstitos y las inversiones. El FMI proporciona préstamos o da la imprescindible luz verde para que otros los proporcionen. Nacido en Estados Unidos, con sede en Estados Unidos y al servicio de Estados Unidos, el Fondo opera, en efecto, como un inspector internacional, sin cuyo visto bueno la banca norteamericana no afloja los cordones de la bolsa; el Banco Mundial, la Agencia para el Desarrollo Internacional y otros organismos filantrópicos de alcance universal también condicionan sus créditos a la firma y el cumplimiento de las Cartas de intenciones de los gobiernos ante el omnipotente organismo. Todos los países latinoamericanos reunidos no alcanzan a sumar la mitad de los votos de que disponen los Estados Unidos para orientar la política de este supremo hacedor del equilibrio monetario en el mundo: el FMI fue creado para institucionalizar el predominio financiero de Wall Street sobre el planeta entero, cuando a fines de la segunda guerra el dólar inauguró su hegemonía como moneda internacional. Nunca fue infiel al amo. La burguesía nacional latinoamericana tiene, bien es cierto, vocación de rentista, y no ha opuesto diques considerables a la avalancha extranjera sobre la industria, pero también es cierto que las corporaciones imperialistas han utilizado toda una gama de métodos del arrasamiento. El bombardeo previo del FMI facilitó la penetración. Así, se han conquistado empresas mediante un simple golpe de teléfono, después de una brusca caída en las cotizaciones de la Bolsa, a cambio de un poco de oxígeno traducido en acciones, o bien ejecutando alguna deuda por abastecimientos o por el uso de patentes, marcas o innovaciones técnicas. Las deudas, multiplicadas por las devaluaciones monetarias que obligan a las empresas locales a pagar más moneda nacional por sus compromisos en dólares, se convierten así en una trampa mortal. La dependencia en el suministro de la tecnología se paga caro: el know-how de las corporaciones incluye una gran pericia en el arte de devorar al prójimo. Al chantaje financiero y tecnológico se suma la competencia desleal y libre del fuerte frente al débil. Como las filiales de las grandes corporaciones multinacionales integran una estructura mundial, pueden darse el lujo de perder dinero durante un año, o dos, o el tiempo que fuere necesario. Bajan, pues, los precios, y se sientan a esperar la rendición del acosado. Los bancos colaboran con el sitio: la empresa nacional no es tan solvente como parecía: se le niegan víveres. Acorralada, la empresa no tarda en levantar la bandera blanca. El capitalista local se convierte en socio menor o en funcionario de sus vencedores. O conquista la más codiciada de las suertes: cobra el rescate de sus bienes en acciones de la casa matriz extranjera y termina sus días viviendo gordamente una vida de rentista. La propia Organización de Estados Americanos reconoce que la abundancia de recursos financieros de las filiales norteamericanas, «en momentos de muy escasa liquidez para las empresas nacionales, ha propiciado, en ocasiones, que algunas de esas empresas nacionales fuesen adquiridas por intereses extranjeros». La penuria de recursos financieros, agudizada por la contracción del crédito interno impuesta por el Fondo Monetario, ahoga a las fábricas locales. Pero el mismo documento de la OEA informa que, nada menos que el 95,7 por ciento de los fondos requeridos por las empresas norteamericanas para su normal funcionamiento y desarrollo en América Latina, provienen de fuentes latinoamericanas, en forma de créditos, empréstitos y utilidades reinvertidas. Esa proporción es del ochenta por ciento en el caso de las industrias manufactureras.
LOS ESTADOS UNIDOS CUIDAN SU AHORRO INTERNO, PERO DISPONEN DEL AJENO: LA INVASIÓN DE LOS BANCOS.
La canalización de los recursos nacionales en dirección a las filiales imperialistas se explica en gran medida por la proliferación de las sucursales bancarias norteamericanas que han brotado, como los hongos después de la lluvia, durante estos últimos años, a lo largo y a lo ancho de América Latina. La ofensiva sobre el ahorro local de los satélites está vinculada al crónico déficit de la balanza de pagos de los Estados Unidos, que obliga a contener las inversiones en el extranjero, y al dramático deterioro del dólar como moneda del mundo. América Latina proporciona la saliva además de la comida, y los Estados Unidos se limitan a poner la boca. La desnacionalización de la industria ha resultado un regalo. Es imposible conocer el simultáneo aumento de las actividades paralelas –subsidiarias, holdings, financieras, oficinas de representación en su magnitud exacta, pero se sabe que en igual o mayor proporción han crecido los fondos latinoamericanos absorbidos por bancos que, aunque no operan abiertamente como sucursales, están controlados desde fuera a través de decisivos paquetes de acciones o por la apertura de líneas externas de crédito severamente condicionadas. Toda esta invasión bancaria sirve para desviar el ahorro latinoamericano hacia las empresas norteamericanas que operan en la región, mientras las empresas nacionales caen estranguladas por la falta de crédito. Los departamentos de relaciones públicas de varios bancos norteamericanos que operan en el exterior pregonan, sin rubores, que su propósito más importante consiste en canalizar el ahorro interno de los países donde operan, para el uso de las corporaciones multinacionales que son clientes de sus casas matrices. Echemos al vuelo la imaginación: ¿podría un banco latinoamericano instalarse en Nueva York para captar el ahorro nacional de los Estados Unidos? La burbuja estalla en el aire: esta insólita aventura está expresamente prohibida. Ningún banco extranjero puede operar, en Estados Unidos, como receptor de depósitos de los ciudadanos norteamericanos. En cambio, los bancos de los Estados Unidos disponen a su antojo, a través de las numerosas filiales, del ahorro nacional latinoamericano. América Latina vela por la norteamericanización de las finanzas, tan ardientemente como los Estados Unidos.
UN IMPERIO QUE IMPORTA CAPITALES.
Lo que caracteriza al capitalismo moderno, en el que impera el monopolio, es la exportación de capital», había escrito Lenin. En nuestros días, como han hecho notar Baran y Sweezy, el imperialismo importa capitales de los países donde opera. En el período 1950-67, las nuevas inversiones norteamericanas en América Latina totalizaron, sin incluir las utilidades reinvertidas, 3. 921 millones de dólares. En el mismo período, las utilidades y dividendos remitidos al exterior por las empresas sumaron 12. 819 millones. Las ganancias drenadas han superado en más de tres veces el monto de los nuevos capitales incorporados a la región. Desde entonces, según la CEPAL, nuevamente creció la sangría de los beneficios, que en los últimos años exceden en cinco veces a las inversiones nuevas.
LOS TECNÓCRATAS EXIGEN LA BOLSA O LA VIDA CON MÁS EFICACIA QUE LOS «MARINES».
Al llevarse muchos más dólares de los que traen, las empresas contribuyen a agudizar la crónica hambre de divisas de la región; los países «beneficiados» se descapitalizan en vez de capitalizarse. Entra en acción, entonces, el mecanismo del empréstito. Los organismos internacionales de crédito desempeñan una función muy importante en el desmantelamiento de las débiles ciudadelas defensivas de la industria latinoamericana de capital nacional, y en la consolidación de las estructuras neocoloniales. La ayuda funciona como el filántropo del cuento, que le había puesto una pata de palo a su chanchito, pero era porque se lo estaba comiendo de a poco. El déficit de la balanza de pagos de los Estados Unidos, provocado por los gastos militares y la ayuda extranjera, crítica espada de Damocles sobre la prosperidad norteamericana, hace posible, al mismo tiempo, esa prosperidad: el Imperio envía al exterior sus marines para salvar los dólares de sus monopolios cuando corren peligro y, más eficazmente, difunde también sus tecnócratas y sus empréstitos para ampliar los negocios y asegurar las materias primas y los mercados. El capitalismo de nuestros días exhibe, en su centro universal de poder, una identidad evidente de los monopolios privados y el aparato estatal. Las corporaciones multinacionales utilizan directamente al Estado para acumular, multiplicar y concentrar capitales, profundizar la revolución tecnológica, militarizar la economía y, mediante diversos mecanismos, asegurar el éxito de la norte americanización del mundo capitalista.